jueves, 14 de octubre de 2010

¿Que podemos hacer por Guatemala?

Regresando a la cuestión de la espeluznante violencia, niños arrastrados a su muerte sin que nadie levante una mano, cuerpos desmembrados en bulevares importantes de la ciudad utilizados para mandar mensajes macabros, mujeres muertas en Presidios, la causa de la polarización en Guatemala que tanto alarma al Cardenal Quezada Toruño. ¿Qué podemos hacer? Tengo la respuesta, para mí. Pero, creo que no he logrado convencer al resto de mis paisanos. Y es que es difícil porque, obviamente, es un tema complejo. He intentado desde todo ángulo que se me ocurre presentar las ventajas de un sistema de jurados, pero en el fondo, siento que ni siquiera la mayoría de los mil y pico de “amigos” en Juicio por Jurado Guatemala (Facebook) están del todo convencidos. Veamos otro ángulo. Creo que antes de poder decidir ¿qué hacer para tener un país pacífico, próspero y justo? cada uno de nosotros tenemos que resolver de una vez por todas un par de cuestiones básicas. Primero, el papel que ha de jugar la fuerza y el engaño en una sociedad. Segundo, el papel de la responsabilidad en una sociedad. Dependiendo de las decisiones que tomemos en cuanto a estas cuestiones, siguen determinadas acciones, y de esas acciones, determinadas consecuencias. La primera cuestión, entonces, que tenemos que resolver para poder actuar y cambiar nuestro país es referente al uso de la fuerza y el engaño entre seres humanos. ¿Por qué es importante esta cuestión de la fuerza y el engaño? Porque se supone que el gobierno es el monopolio de la fuerza, y porque somos una sociedad plagada de gente que considera que son medios legítimos para lograr sus metas. Fuerza ilegítima = violencia. Engaño = fraude. Fuerza del Estado + engaño = corrupción. Tenemos que decidir entonces si ¿Debieramos usarlos? ¿Son un medio que debieramos adoptar para lograr nuestras metas? ¿Algunas veces sí, algunas veces no? ¿Cuándo sí y cuándo no? ¿Hasta dónde? O sea ¿qué constituye el uso legítimo de la fuerza o el engaño?¿Quién decide? ¿Los que tienen alguna ventaja? ¿Los que están en desventaja? ¿Ninguno de los dos? ¿Gente realmente imparcial? Si quiero utilizar la fuerza o el engaño para resolver mis problemas o lograr mis metas eso engendra consecuencias: la enemistad de los que violo o engaño o la de sus parientes o amigos. E en un país donde el gobierno no administra los juicios de tal forma que se pueda hacer justicia, es bastante probable que esas personas violadas o engañadas a su vez terminen usando esos mismos medios para vengarse o para desquitarse. Eventualmente esa cadena salvaje, ese dominó que yo puse en marcha, se multiplica, encendiendo la violencia en más corazones hasta que, sin poder rastrear el punto de orígen, talvez años más tarde, la violencia se vuelve contra mí, o contra los míos.

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